Estoy hecha de fibra de cristal,
mi corazón se rompe con el llanto,
mi alma sin embargo es el acero
que resiste los crueles desengaños.
Yo lloro con el hambre del vecino
y tiemblo con aquel del cataclismo,
me alegro con la risa de los pobres
y sufro el egoísmo de los ricos.
Estoy en la distancia con quien gime
y bebo de las fuentes de la sed,
mis labios se resecan con el viento,
venido de donde no hay de beber.
Ayer lancé a los cielos mi plegaria
y terminé pidiendo hasta perdón,
para pedir por quien pierde la vida
sin culpa, sin pecado y a traición.
Perdóname Señor, también hay barro
en esta mezcla de cristal y acero,
yo tengo un alma que a veces se me quiebra
hasta que de improviso llama al cielo
¡Perdóname Señor! ¡No quiero nada!
Haz que ese niño salga ileso.
Lo que quería pedirte, de repente,
comprendo que carece de importancia.