¡Ay que pena! querer quitarle al tiempo las cadenas,
para volver antaño y remontar los años
perdidos en inútiles quimeras,
que el reloj traicionero ha cuajado.
Ahora volaría de otra manera, de otro modo,
planeándolo todo, sin dañarme las alas, entregándome menos.
Y sacando jugo a la preciosa vida,
que ahora se me escapa y que me esquiva,
¡Ay, qué pena!, ahora que si se lo que debía…,
el tiempo se me escurre de las manos,
lo veo ante mis ojos tan quemado
y ya no vuelve más lo que se ha ido.
¡Ay, que pena! ver caer las hojas de las flores,
estando la raíz tan viva.
Y el desfile ante los ojos de tantos amores
que cruzaron a lo largo de la vida.
Y una pensando que aún había tiempo,
voló sobre los sueños del verano y aterrizó en invierno.
¡Ay que pena!, descubrir que se acabó la primavera,
que al pasar ya no te siguen las miradas,
que es mentira que no existan las cadenas,
que jamás serás la misma enamorada,
por más que una se empeñe en volar sobre las penas,
las llama el corazón y allí se quedan, bien clavadas.
¡Ay, cuánto saber atesorado en poco espacio!
y no servir de nada saber tanto, tanto,
las horas se hacen agua y se escapan como espuma,
los cuentos con que sueñas se pierden entre bruma,
y las manos se quedan con la sal del recuerdo
vacías y salobres con aroma de llanto.
¡Ay qué pena!, mirar como el instante pasa raudo,
o bien tan lento cual si fuera de puntillas,
jugando con nosotros a asustarnos,
sabiendo como sabe a estas alturas.
que en nuestra soledad él es el Rey, el que domina.
¡Ay, que pena! Ver que se esfuma el tiempo y no poder pararlo.
¡Ay qué pena!, mirar como el instante pasa raudo,
o bien tan lento cual si fuera de puntillas,
jugando con nosotros a asustarnos,
sabiendo como sabe a estas alturas.
que en nuestra soledad él es el Rey, el que domina.
¡Ay, qué pena! Ver que se esfuma el tiempo y no poder pararlo.