Dispersos sentimientos, concentrada amargura,
líquenes de llanto en las pupilas,
amasijo de cardos en la boca sellada,
hedor de podredumbre en los senos punzantes
y el amor con grueso candado
cerrado a cal y canto.
Siempre en la soledad y en el silencio,
tantos años preciosos, perdidos en el tiempo;
nunca recuperables; ¡Qué locura!
Estoy varada aquí, en este desierto
pleno de soledad, inexpugnable,
la mente, llena de sueños
que nunca han de cumplirse,
comiéndome los puños de mi hambre.
Todo a mi alrededor gira vertiginosamente
en un silencio que causa escalofríos,
sólo se oye el sonido de mi aliento,
saliendo ardiente, ahogado entre suspiros.
Me tiene aprisionada, en fuerte abrazo,
la noche del desierto frío,
pero al nacer el sol, arderé en resplandor
y no habrá arena, viento o tempestad
que logre negar esta verdad
que desde dentro afluye al exterior.
……………………………………………………
De repente, los hilos del viento, anuncian
que el ciclo de cadenas va a morir;
las olas, hasta ahora machaconamente tristes
se van enardeciendo más y más,
rompiéndose en rugidos placenteros,
las arenas, interminablemente ocres,
se están transformando en oro fino
y algo etéreo, suave, pálido y divino
está tomando forma en mi interior.
Al fin, estoy hallando el modo
de dejar volar mi otro yo
y aunque tarde, la parte más hermosa de mi ser,
armada da valor,
está matando al viejo desamor.
Los hilos del viento flotan tenuemente,
las olas bordan tules de ilusión,
el cielo se ha tornado sugerente,
las arenas deslumbrantes, oro vivo.
Cegada estoy de tanto resplandor.
HACIA TANTO QUE NO AMENCIA…
Que había perdido la noción.