Noche de pasillos largos,
noche de larga tristeza,
los sentidos se aletargan
en constante duermevela.
El sueño viene y se va
en ondulante marea,
el alma pide silencio
pero el dolor te desvela.
Noche negra, pasillo largo,
oscuridad y temblor
luz vidriosa y desencanto,
noche negra, pasillo largo,
el hombre se vuelve niño
y llora su desamparo.
¡Qué triste es vivir muriendo,
cuando se tiene conciencia!,
dentro de cuatro paredes
se te acaba la paciencia.
Se oyen quejidos, lamentos,
se palpita, se suspira,
mientras agoniza el tiempo,
la muerte gana a la vida.
Y si a las cinco se duermen
derrotados por la pena,
viene la aguja que cura
para alimentar sus venas.
Pasillo largo, pasillo, pasillo
con veinte puertas
detrás, de cada una de ellas,
carne magullada y torpe
queriendo soñar la vida
mientras el alma se alerta.
Sueños, que casi nunca se cumplen
alimentan las conciencias,
sueñan cruzar el pasillo,
sueñan que les crecen alas
y otros ni siquiera sueñan.
Algunos logran dormir
pero otros no se despiertan.
Amanece y los que vienen…
carne joven sin problemas,
preguntan cosas sutiles
y el enfermo se ensimisma
y a veces ya ni contesta.
El pasillo se atiborra
de gente, como una fiesta,
que lejos de enfermedades
vienen a cumplir con ella.
Visitas de compromiso.
¡Hola y Adiós!, los festivos,
un ratito o mucho tiempo,
depende de la conciencia.
Y el que se duele en el lecho
o se alegra o le molestan,
depende de si soñó
con atravesar la puerta.