Sobre la eterna noche, las estrellas,
iluminando los sueños, tenuemente,
los locos sueños de grandeza
de los pequeños seres, que pueblan el planeta.
La ira, la ternura, la dicha, la tristeza,
rodó lo noble e impuro
lo tremendo y lo fatuo
que alberga en su cerebro,
este tremendo ser, llamado humano.
No se para a pensar, lleno de orgullo
que es un punto imposible en la distancia
y creyéndose grande y grande, trama…
Cómo quemar los bosques,
cómo dañar las plantas,
cómo hostigar su vida,
cómo subir peldaños,
cómo amasar fortunas
revolcándose en el barro;
ciñéndose coronas,
afilando sus garras,
poniéndose etiquetas,
corrompiendo su aire,
despreciando la tierra,
negándose al amor
o amando hasta la muerte,
exento de equilibrio…
…¡Tremendo loco el hombre!
Que vaga inconsciente,
soñando con aquello
que nunca ha de alcanzar
y depreciando todo
lo que al alcance tiene.
No se para a pensar, lleno de orgullo,
que es un punto imposible en la distancia,
destinado a morir desde que nace
y prendido al dolor desde su infancia.
Y lo poco que tiene, que es su tiempo,
en “dime y diretes” se lo gasta.
