Como no tengo a quién darle mi cariño
y tengo tanto, cómo risa hay en un niño,
cada día sin tasa y sin medida,
lo reparto, alegrando así la vida,
entre gentes, no importa sean extrañas
si a mi se me cuelan por el alma.
De paso que alegro otras penas con mis prendas
el corazón de amor no me rebosa,
que es egoísmo guardar tanto que sobra
si nadie va a venir para buscarlo.
Si a quién se lo ofrecí no le interesa
y cada instante me voy haciendo vieja
no quiero desperdiciar estos caudales,
que amor encarcelado causa pena,
y así, mi cariño almacenado,
lo dejo que circule por mis venas
hasta llegar apaciguado hacia mis manos.
Y cuando salgo a enfrentarme con la vida,
doy a todos de aquello que me sobra,
sin que nadie sospeche que está triste
esta repartidora de alegrías.