Cuando llega a tal extremo el sufrimiento
que las lágrimas son arena del desierto,
que los ojos arrojan virulentos,
se calcinan los surcos de la carne
por la sal, de la humedad que arde…
… Y no son todos los días…
¡Virgen mía!…
Aun así, quedo marcada
y el rostro, es como lodo,
desdibujando todo.
… Eso, ventana afuera,
ventana adentro,
se rompe la armonía
y tiembla el templo,
y si esto no parara,
cualquier día…
de llanto corroídas,
podrían venirse abajo,
las piedras de este templo
y no habría sido por el tiempo,
que ese camina lento, llevándose la vida.
habría sido